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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Otro escándalo para Trump

Los negocios del secretario de Comercio con Venezuela no son una anécdota

El secretario de Comercio de EEUU, Wilbur Ross.
El secretario de Comercio de EEUU, Wilbur Ross.ANDY RAIN (EFE)

La revelación de que el secretario de Comercio de Estados Unidos, Wilbur Ross, hace negocios con la Venezuela de Nicolás Maduro coloca en una posición muy complicada a Donald Trump. O bien el presidente prescinde de su colaborador o bien tendrá que dar amplias explicaciones de por qué permite a uno de sus hombres de confianza ganar dinero con un régimen al que él mismo ha impuesto sanciones.

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Las informaciones del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, en el que participan diversos medios de comunicación de todo el mundo, muestran que Ross —un millonario inversor de capital privado a quien Trump ha definido en ocasiones como “el legendario genio de Wall Street”— mantuvo una participación de una compañía naviera que hace negocios con la compañía estatal de petróleo PDVSA, controlada directamente por el régimen chavista. Esta empresa es uno de los principales objetivos de las sanciones aprobadas por Trump en agosto contra líderes chavistas, hasta el punto de que se prohíbe que su filial en EE UU, Citgo, pueda enviar dividendos a Caracas.

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Pero al parecer ni este flagrante conflicto de intereses ni las recurrentes amenazas de Trump contra el régimen venezolano —“tenemos un problema con Venezuela, que lo está haciendo muy mal” (marzo); “tenemos muchas opciones para Venezuela, incluyendo una posible opción militar si es necesario” (agosto); “vamos contra la opresión socialista en Venezuela” (octubre)— constituyen contradicción alguna para Ross cuyos portavoces ya han asegurado que nunca ha tenido que buscar “exoneración ética alguna”.

Desde antes de que en enero Trump asumiera oficialmente, el cargo las contradicciones y la confusión entre lo público y lo privado son marca personal de su Administración. El comportamiento de Ross escandaliza a todos menos al interesado. Y probablemente tampoco al presidente.

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